martes, 2 de febrero de 2010

El camino a casa

Una de las cosas que más adoro del tránsito entre Chile y España y visceversa, es cruzar la Cordillera de los Andes con sus nieves perpetuas (aunque cada vez menos)y sus colores que van desde el gris verdoso hasta un rojo cobrizo. Es una cadena de montañas que separa a Chile del resto del mundo y que sin duda forma parte de nuestra existencia y carácter. De un lado una pared rocosa impenetrable y del otro, un mar llamado Pacífico que alude al infinito, a la inmesidad.

Chile es una franja delgada y larga, atravezada por un clima diverso. Una población también diversa, muy unida al desierto más árido o al bosque más cerrado. Es una franja a la vez robusta, pero muy bien fragmentada en regiones que se enumeran de arriba a abajo y mientras más abajo, los fragmentos son terrones que parecieran poder tomarse con la mano.

Todo esto, viene a cuenta de mi relato de ayer, cuando algunas personas me preguntaban sobre que tal habían ido mis vacaciones. Comencé a revivir esos días y las sensaciones que sólo pueden volver cuando ya se han vivido. Cuando ya ha pasado el tiempo justo para extrañar.

Relaté también que a mi llegada a España, al entrar en mi edificio por la mañana, sentí un inconfundible olor a ajo y fritura. Esto es España pensé. Esto es España dije a la gente. España huele a ajo y a fritanga. Inmediatamente, alguien me preguntó: ¿Y a qué huele Chile?. Yo no pude recordar exactamente a que olía. Se me ocurrió que olía a chimenea, pensando en los días que pasé en el sur, donde hacía un clima muy distinto al de Santiago con 36 grados. Luego pensé que es tan largo y fragmentado este país, que es dificil decir que huele sólo a una cosa. La verdad, tampoco sabría decir a que huele Santiago.

Elegí vivir en otro país que no es el mío, por amor. Y aunque me falta verde y me sobra ladrillo, el olor a ajo me mostró el camino a casa. Sentí una gran alegría de estar aquí.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sole, creo que jamás encontraremos, del todo, el sentido de nuestras partidas y regresos. En todo caso, bienvenida a esta, una de tus casas. Clara

pedroantonio dijo...

en el norte podemos ecnontrar ese olor a desierto, soledad y polvillo levantado por ventiscas, sigues bajando y encuentras olor a cemento, santiago...cemento y pasto, prefiero lo segundo. un poco mas abajo entrarás ese olor a chimeneas, a casas de madera, inconfundibles los árboles chilenos...entre los terrones sentirás el olor del viento y del hielo antartico que tan cerca pareciera estar. por el este una vez más sentiras el olor del viento chileno, y en la costa ese extrañable olor a puerto, mar, brisa salada que nos recuerda la inmensidad que tenemos por delante.
es el olor chileno, el olor a casa.
elegiste un país que no es el tuyo, pero elegiste un futuro fuera de estas tierras de bastos olores..elegiste una tierra que más que ajos y fritanga, tiene olor a amor.

te quiero.

Loula dijo...

Sole, me gusta mucho lo que cuentas de los olores, será porque para mí son muy importantes. Lo siento por los ingleses, pero todavía me acuerdo de ese olor desagradable a moqueta y humedad nada más bajar del avión. Pero también me acuerdo del olor de Lanzarote, Lanzarote huele bien, a plantas y a luz. Me encantan los olores de la cocina, a compota y azucar tostada a vino dulce y canela, a torrijas, a asados, y te aseguro que algunos olores me hacen llorar. Hace poco que estuve en Fez y en mi casa todavía huele a especias, a té y a piel, todo se vino en la maleta. Cuando bajo a Andalucía y nada más pasar Despeñaperros, ya empiezo a oler a alperchín, que olor tan fuerte y tan de ellos. Esto de los olores da para mucho la verdad... podría seguir y seguir. Lola (Taller de escritura Clara Obligado)