
Apenas quedaban cuatro palos de la casa. Bajé al sótano. Bajé los 17 escalones apoyando muy bien el bastón para no resbalar. Llegé al baúl de la infancia, intacto, y al abrirlo comprobé con alegría que aún estaban mis canicas. Cogí mi favorita, la más brillante y entonces vi. Vi nuestra huida de noche, vi las bombas cayendo mansas, a mis vecinos engullidos y mi primer amor convertido en un río de sangre. Vi a mi padre llorar por primera vez, vi las piernas blancas de mi madre bajo una viga. Vi a los niños con los que jugaba, los ojos perdidos, muñecas cubiertas de barro, balones sin aire, hombres y mujeres sin aliento y la noche oscura, tan oscura y densa que nos cayó como un cruel enemigo. Vi mis manos jóvenes, modelando la arcilla, todos mis dedos y volví al sótano frío, aguantando cuatro palos, el bául viejo, la ausencia de algunos dedos, las canicas rotas y lloré amargamente.
Fotografía: http://historiasparanormales.files.wordpress.com/2010/10/canica.jpg
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